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Foto del escritorJonatan Serrano

Ha nacido el Homo ociosus

Ha nacido el Homo ociosus, un ser voraz de ocio, entretenimiento, deportes, diversión, peligroso adicto a las palomitas y bonos de descuento, sofisticado internauta a la caza de superofertas, viajes de saldo, entradas con descuento y sibarita de las mejores series y películas. El eslabón último del Homo sapiens, aquel sujeto que aún pensaba, que le veía sentido a la filosofía e incluso generaba ideas y conocimiento, ha sido arroyado por un Homo ociosus voraz de entretenimiento y diversión, y claro, difícil convencer a la actuales generaciones de las virtudes de su antecesor, la elección de los más jóvenes entre sabiduría y diversión ha sido clara, el Homo Ociosus está arrasando mientras los sapiens asisten impávidos y con desatino a su propio declive.


El problema del ocio

Como espécimen en extinción de la especie Homo sapiens, sin pretensiones, me pregunto ¿es malo el fútbol? no, ¿es peligrosa la tele? puede, ¿son prejudiciales las series? depende, ¿son malas las palomitas? pues casi diría yo que la oferta de un cubo gigante con dos litros de refresco por un precio que supera las entradas del cine, roza lo blasfemo, ociosamente hablando. Pero ¿que tiene de malo el ocio? aparentemente nada en sí mismo. Estamos en la cultura del entretenimiento, entretenerse es lo que se hace entre una cosa y otra, entre actividades que no son entretenimiento, que no son ocio, y por tanto son neg-ocio o algo productivo, con un fin, como trabajar, estudiar, participar de algo activo. Veamos un ejemplo: si un día cualquiera trabajamos, comemos, fregamos los platos, vemos un rato la tele y luego estudiamos un rato, el ocio en esta secuencia de actividades sería sentarnos a ver la tele y el resto de actividades: trabajar, comer, fregar, estudiar, serían lo que podríamos llamar no-ocio. Hasta aquí todo claro. El problema puede aparecer cuando el ocio se extiende en nuestro horario, en nuestro día a día arrinconando todo aquello que un día nos pareció importante, aquellas cosas, que decimos que valoramos, por las que nos comprometimos a luchar. El desequilibrio aparece cuando dedicamos más tiempo al ocio que a las personas que un día decidimos a amar, o a nuestros hijos, nuestros amigos, nuestros hermanos.


Según Eurostad 2010 los españoles dedicaban cada día 5,3 horas al ocio frente a 3 horas a hogar y familia. Según una encuesta de The Nielsen Company realizada en 2018, los adultos de Estados Unidos pasan cada día unas 11 horas conectados con medios tecnológicos, donde la televisión ocupa más de 4 horas y media y las conexiones a Internet (por móvil, ordenador o tablet) casi 4 horas, y en cuestiones de ocio y tecnología, los Estados Unidos son los que marcan tendencia. Seguramente muy pocos de los que pasan horas enganchados a uno u otro medio se consideran adictos, ya que es algo generalizado, un asunto de nuestro tiempo, "social" digamos.





Algunas preguntas para reflexionar:

¿El ocio está a tu servicio o eres tú el que está al servicio suyo?

¿Pasas más tiempo dedicado al fútbol que a tu pareja?

¿Pasas más tiempo viendo la tele que cultivando tus capacidades, tus dones, tus talentos, estudios...?

¿Pasas más tiempo con el móvil que con las personas que amas? o que se supone que amas.

¿Quien es tu Dios? Pasas más tiempo viendo series que con tu Dios. O tal vez la pregunta debería ser al revés: ¿A quien sirves? ¿A quien o qué dedicas tu tiempo, tu vida?


Si llegado a este punto sientes que tienes que reestructurar tu tiempo, no seas ocioso. Te sugiero que reflexiones y actúes. Valora qué y quienes son las personas que merecen más dedicación para ti. Toma nota, ponlas en tu corazón, en tu mente, ¡y en tu horario! de forma activa, de forma visual, escribe cada nombre, cada proyecto en tu horario y empieza por buscar tiempo para ellos/as. Si sobra tiempo, pues ¡disfruta un poco de ocio, que tampoco esta mal!





Jonatan Serrano

Psicólogo clínico col. 20.279 psiconexe@gmail.com



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